AL AIRE LIBRO

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sábado

Discurso Premio Municipal


Premio Municipal de Arte
Palabras a la recepción del premio, Tomé 30 de septiembre de 2011.
Darwin Rodríguez
Vengo del tiempo de las revistas de monitos. De las historietas hoy llamados comics a las que, salvo un grupo reducido de jóvenes fanáticos y viejos nostálgicos, ya nadie les da pelota.
Ahora campéan la tele, el facebook , el power point, el tweeter.
Pepo, creador de Condorito, por ejemplo, pone las palabras en un globo dibujado sobre la cabeza de los personajes, con una flecha si están hablando
o con una serie de globos pequeñitos si están pensando.
Si esta reunión fuera una historieta, sobre mi cabeza estarían, en un círculo, mis palabras ,
y sobre cada uno de ustedes, círculos con sus pensamientos.
Y entre todos hacemos la historieta en que celebramos el aniversario de nuestra comuna.
Ustedes pueden ver lo que digo, y yo puedo imaginar lo que piensan.       
Si cada uno mira al otro, quizás pueda ver lo que piensa. Algunas cosas nos gustarán, otras no. Es la diversidad, el diálogo y la tolerancia
Somos, en la vida real, los protagonistas de la historia  de la Galaxia de Tomé, como la llamó Alfonso Alcalde, poeta entomecinado e ilustre, como Rafael Ampuero, el grabador, como Tagore Biram, el poeta brasileño, que se fueron quedando para enriquecer nuestra  cultura, cosmolita desde los tiempos del ñauca. Entomecinados ellos, tomecinos, nosotros, Egor Mardones, el año pasado, Américo Caamaño, Rolando Saavedra, Chago Espinoza, Cecilia y Erto Pantoja, Vicente Gajardo y otros que olvido, prestigian el premio que hoy recibo orgulloso y contento, porque con ellos y los que vendrán el Nosotros será mas grande y más plural.
Vengo de la generación del nosotros. De una generación, de sueños colectivos, con tropiezos, con dolores…con  proyectos inconclusos.
Inconcluí en la escuela Santa Teresita, una casa vieja al lado de la iglesia
inconcluí la enseñanza media en  Los Salesianos, de donde me echaron por formar, con otros, un Centro de Alumnos.
En el liceo Vicente Palacios, me enamoré y fui secretario de Cultura,  de allí partí  a la U de Concepción, la del rector Edgardo Enriquez, padre de Miguel, esa U reformada y gratis, agitados tiempos esos, bellos y luminosos ellenderos tiempos
pero inconcluí, llegaron los milícos y se “acabó la huevá”. Eso, así lo dijeron ellos.
Desde la Quiriquina, con ficha en Los Archivos del Cardenal, en un descuido,  medio clandestino, contra la opresión salí a la tierra de Martín Fierro, de Gardel, de Cortazar y luego a Canadá, a Winnipeg, ciudad con nombre nerudiano y tomecino, porque significa en el dialecto de los indios boreales, lo mismo que acá Coliumo significa  en mapudungum.
Con un ladrillo de mi casa tomecina bajo el brazo  armamos la Asociación de Chilenos  en Winnipeg y el Chilean Canadian Cultural Center; fundamos espacios en la televisión semanal: con pedazos de recuerdos y re-sueños, con  la solidaridad de otros pueblos iluminamos las pantallas de la televisión, paisajes chilenos y tomecinos llenaron semanalmente la imaginación de los televidentes   de la Región canadiense de Manitoba
Centros culturales, revistas literarias y libros nacen y renacen, viven de los sueños postergados, se inundan de drama que provoca el cierre de  de las empresas que cierran sus puertas en las narices de los trabajadores.
Allí, en el pequeño Chile del exilio agrupamos teatro, exposiciones de pintura; y conciertos  de músicos que no alcanzaron, por suerte, a correr la misma  muerte de Victor Jara.
Inconcluí un magister en la U de allá lejos, cada vez mas lejos, 
hasta inconcluí el exilio el 84, cuando pude,
y de nuevo, llegar a inconcluir La Peña, restaurante que restaura mas el alma que el cuerpo. Centro de culturas y artes instalado en el mismisimo corazón de la plaza tomada en armas. Mas de empanadas insurrectas que de delicatessen y finuras,  mas de ponches con pipeños de  Guarilihue que de los Clavos Oxidados de Pinochet.

Tres viejos porto en mis alforjas, en mi disco duro. Corrijo, cuatro viejos:
Fernando Alegría, el maestro. Tarea para la casa a quien no lo conoce o no recuerda, una pista, un libro: Lautaro Joven Libertador de América,
Alfonso Alcalde, entomecinado, ya lo dije,  monumental artista, consagrador de la pobreza, que ocasionalmente nace en Tomé y navega, definitivamente, en las aguas de la memoria. Mas encima, el honor, con este Alfonso nos compadreamos porque es el padrino de mi hijo Darwin, que acá con su hermana, Rebeca y mi señora, su madre, Ruth, celebran conmigo este premio. Y mas allá, en Toronto, Valentina y Tamara mis hijas mayores brindan con tinto  y Neylan, mi nieta con su mamadera.
Y mi viejo, Luchín, camionero de mil caminos que alcanz en la escuela a 4º de preparatorias, menos mal sólo hasta ese curso, que si no, en estos días de crédito universitario tendría hipotecada hasta la tumba en que reposa junto a mi madre, felices ambos, también, por el premio que hoy recibo
y que agradezco a las autoridades, al jurado, al pueblo de Tomé. A mis compañeros de la Editorial Al aire Libro, A la democracia inconclusa, a los que vendrán.
Cuatro viejos, ya lo dije y sólo van tres. Humm, tán olvidadizo y Allendero que me han de ver.

Los jóvenes, miles de jóvenes, los jóvenes, los que sacan la cara por el Chile que sueña, que vuelve a soñar, ese Chile, a veces, arrinconado, de palabras clandestinas, prohibidas y de mal gusto, según el decir de las narices respingadas.
Los secundarios y universitarios tomecinos, llevan meses, a veces solos, a veces, un poco acompañados, sumando las fuerzas de este pueblo con historia, el de las huelgas largas, el de los dirigentes sindicales despedidos, el pueblo de los artistas del Círculo de Bellas Artes y el Cecum y otros que sacaron la voces del silencio en las épocas duras.
Esta historieta  inconclusa, siempre inconclusa, con los versos de  todos, de los artistas, de los trabajadores, de los dirigentes, de las gentes, de los credos de los que creemos en una mejor democracia para la Galaxia y sus alrededores.