AL AIRE LIBRO

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martes

Muchacha Italiana Viene a casarse

El Coelemu
Además de la mezcla de susto e incertidumbre con la que íbamos llegando por cientos a la isla Quiquiriquí-na de Floridor Pérez, el mozalbete tenía el rubor de la humildad y la timidez de un campesino maltratado, huérfano de padres y cariños. Respiraba con cierta dificultad y el poco brillo que conservaban sus ojos parecía emanar del amaranto de su camisa jotosa. No recuerdo si calzaba algún zapato viejo u hojotas embarradas.
Lo encontraron, en una choza en las afueras del campesino pueblo de Coelemu, con un proyector de películas de fabricación soviética que nunca pudo usar aunque trató con cuanta perilla pudo. El joven mezcla de niño y gañan, criado con vela y chonchón no sabía que se necesitaba la electricidad para volver a ver al héroe de terno, corbata y boina negra hablándole desde un estrado a los obreros y campesinos rusos.
Tímido pero orgulloso El Coelemu no aceptaba compartir de la despensa que nuestra grupo armaba cada viernes con las encomiendas que recibíamos, con cartas censuradas por CACHUMA, desde nuestras familias, porque El Coelemu, como el Coronel, no tenía quien le escribiera; hasta que, misteriosamente, empezó a recibir, también su pequeña encomienda, aunque nadie le escribiera.

El viejo Malaquías
El viejo Malaquías, en cambio, se había codeado con las máquinas desde joven en la maestranza de la Compañía de Aceros del Pacífico Huachipato, donde fue dirigente sindical y fundador del Partido antes que usted naciera teniente. Se parecía Taras Bulba, un calvo y bigotudo líder cosaco que conocí cinematografiado, en el cine del pueblo, cabalgando por las estepas rusas tres o cuatro siglos antes que el ídolo cinematográfico del Coelemu comandara el asalto al Palacio de Invierno.

El teniente
El teniente era un flacuchento, como su voz, que exigía a grito pelado y chillón cantar himnos marineros con voz fuerte y varonil, lo que producía risas mal disimuladas entre los prisioneros y tonos graves, rabiosos, de elevado volumen, en la estrofa de la canción nacional referida al Asilo contra la opresión.
Porfiado el viejo, nunca le agacho el moño, a la naval le faltó inteligencia con Malaquías. Los chillidos del teniente no pudieron convencerlo de cantarle a los valientes soldados. Lo interrogan cuatro o mas cosacos chilenos con acento portugués. ¿o gringo? Debe ser la venda que me confunde, no se si son 4 o 1 o 7 los que me interrogan,..´¿ “ el acento raro que les escucho debe ser ,¨¨+ porque me botaron los dientes
escucho mal. o es alemán mmmm o la falta de sueño?, he dormido mal estos últimos segundos minutos huac dónde estoy, si socialista no si sino no yeah me cagué huac.

El Televisor Antu
Quién sabe cómo el viejo Malaquías logró entrar un pequeño televisor ANTU, que en blanco y negro alborotó a los mas de 1200 detenidos cuando lo instalaron en una repisa improvisada, en la zona de las mesas, en la entrada del gimnasio naval.
La guardia autorizó para encenderlo en la tarde, a eso de las 8. Y allí mismito, desde la primera vez que el Coelemu vio la pantalla encendida quedó hipnotizado.
Supimos que Allende había muerto, que había plan Zeta en Lota y Coronel, que los cabros del Mir de Tomé se habían intentado fugar en el Puente de Quebrada Honda y que un cristiano no demócrata, que de cabro chico había acarreado viandas, se cambió a la vereda del frente, a la escalinata edilicia para apuntar desde allí, sin encapucharse como el del estadio, con su dedo al flaco Barra y a muchos otros. Luego, ya investido, inauguraba, ante las cámaras, la parte nueva de la Plaza levantada en Armas, y asegurando su futuro piola y risueño en las mismas tierras del Coelemu.

Zapping
Ya, ya, hasta aquí no mas leo. Es una mas de esas morbosas historias del golpe y de los presos y de los torturados. Como dijo El Curcuncho Supremo: …… qué desaparecidos ni qué ocho cuartos.

Pero déjeme al menos contarle lo que pasó con El Coelemu.
Okay, una oportunidad mas y la última.

Muchacha italiana viene a casarse
El Área Dramática de Televisión Nacional de Chile presenta la producción de la televisión mexicana: Muchacha italiana viene a casarse.
Empezamos a congregarnos en torno a la tele, unos pocos al principio, cómo va a estar viendo esas huevadas compañero, otros llegaban un poco antes de las noticias y mientras las esperaban fueron entusiasmándose con los sufrimientos de Valeria Donatti y su tropezado y zozobrante y pendiente amor con Giovanni Francesco. Al paso lento de los días fueron mas los que llegaban temprano a ver la, ya no tan, vilipendiada telenovela. Los pretextos no faltaban, que el aburrimiento, que para no tomar caldo de cabeza, que aprovechamos de descansar luego del acarreo interminable de ladrillos, acarrear arena, mezclar con el cemento y el chancado, reparar las murallas y tapiar las ventanas del recuperado cuartel de Rondizzoni, que había servido de cárcel a los marineros rebelados cuando lo de Balmaceda y por lo que dicen serviría, también, como campo de concentración de los prisioneros de guerra. Puros pretextos. Lo cierto era que todos estábamos entusiasmados con el drama televisivo.
La formación y pasada de lista en la piscina seca de la Escuela de Grumetes se empezó a hacer muy rápido. Nadie quería perderse el capítulo. Cada comandante de sección de prisioneros con letra del alfabeto marinero como nombre daba cuenta al oficial a cargo: 21 hombres formados, 7 en enfermería, 8 de baja, tenientéééé.
Las bancas se hacían estrechas, el loco Carrasco, el corpulento hermano del alcalde de Talcahuano si no alcanzaba sin asiento empujaba desde uno de los extremos de la banca y gritaba al parir la chancha, de manera que alguno de los mas esmirriados o debilitados salía expelido de la banca, lo que provocaba mucha rabia en el resto, por lo que una vez me deslicé por entre las patas de las bancas, me acerqué al gracioso y sin que se diera cuanta le amarré los cordones de los zapatos de tal manera que la atención de casi todos los televidentes se trasladó de la telenovela al porrazo justiciero; menos El Coelemu que sentado en la primera mesa, en el lugar mas cercano a la pequeña pantalla, transformado, concentrado se reía con Valeria, modulaba como un niño aprendiendo a leer las palabras que ella emitía, la contemplaba embobado, lloraba a moco tendido con los sufrimientos de su amada, se identificaba y envidiaba a Giovanni Francesco. Tanta conmoción causó el enamoramiento del Coelemu que, incluso en los duros interrogatorios del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) al “Julio Verne” se le salieron los nombres de Valeria y Giovanni.

Un pequeño corte en nuestras transmisiones
Una madrugada de febrero con todas mis cosas, menos mis zapatillas, que dejé de recuerdo al Coelemu, partí en un largo viaje de inesperados destinos en los que anduve 11 años contando historias con el recuerdo del Coelemu, este joven que descubrió la fantasía y el amor platónico en cautiverio.


Una tarde de calor, sudoroso, entre las viñas ya secas de la Comuna forestal de Coelemu lo encontré, desgreñado, ajeno, con los ojos vidriosos y sus labios resecos. Nos sentamos alrededor de una vieja mesa en una borrachería del barrio. No me conoció, apenas se acordaba de otra gente que le nombré, a pesar de que habían sido cercanas a él, como e chico Acevedo, el desaparecido Alcalde de la comuna. Le nombré a otros compañeros, a los profesores de Ñipas a quienes con ironía les llamábamos Los guerrilleros del Cañumanqui, pero no recordaba nada, su mente atrofiada por el hambre y el alcohol no llegaba mas allá de ayer y sus planes hasta la próxima caña. Hablamos, mas bien le hablé mucho, tratando de encontrar un punto, pero lo único que le interesaba era un trago mas. Con mi discurso de exiliado le insistí, en la injusticia del capitalismo, del proyecto neoliberal de Pinochet, que los Chicago Boys, que las trasnacionales… que el pueblo chileno no estaba solo, que el apoyo internacional se mantenía y mas aún, crecía y en México, por ejemplo, desde donde yo retornaba, la solidaridad era inmensa.

Algo pasó en ese momento, dejó de respirar por unos instantes para luego hacerlo mas agitado, las troneras de sus narices se inflaban y desinflaban aceleradamente, sorbió lenta, mecánicamente, como sin saber lo que hacía, y luego casi aplastó su cara sobre la mesa; un mal cortado mechón de su hirsuto cabello se metió en la caña de cerveza cuando abrió sus brazos tostados, como los de los murales mexicanos, alrededor de su cabeza y emitió un bufido que rebotó con tal fuerza que levantó su rostro. Fue como un milagro sus ojos chispearon como aquella vez que llegó a la Quiquiriquiiii na de Floridor Pérez. Es su conciencia de clase que vuelve, pensé. Mi discurso, la posibilidad de volver a la democracia, a retomar el legado de Allende, el fin del PEM, y los atropellos al pueblo humilde, la vuelta de la justicia y… estaba retomando mi propio aliento para remachar esta tarea tantos años guardada, cuando el Coelemu sacó la voz:
compañero- dijo emocionándome- usted me puede ayudar, usted es última esperanza para mi corazón destrozado.
Claro compañero -le contesté mientras lo abrazaba- con el recuerdo de los caídos y la fuerza de los jóvenes, - mi voz iba entonándose peligrosamente para los tiempos que aún corrían el año 85, pero no me pude contener, necesitaba decirlo: Venceremos.
El Coelemu estaba contenido, con los puños apretados, la emoción lo inundaba, había reencontrado la esperanza. Entonces me dijo, así que usted que viene de México y por lo que dice tiene amigos importantes allá. Entonces, es el único que puede encontrar y convencer a Valeria que yo soy su verdadero amor y no el traidor del Giovanni Francesco.

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